A principios de agosto llegó la carta con mi calificación en las oposiciones. Efectivamente había obtenido una nota muy buena. Ya me había acercado a la calle Vitruvio a comprobar las listas de aprobados. Era el típico día de verano en Madrid, calor bochornoso. Había mucha gente allí mirando las listas colgadas en la Dirección Provincial de Educación. Me vi. Tenía un 9, 55 más los méritos de carrera. Llegaba al 11,30 pero el último opositor aprobado de Lengua tenía 14 puntos: eran interinos que habían sacado un 4 pero habían sumado sus 10 puntos de antigüedad. Me dio algo de rabia, pero como entonces llevaba poco tiempo metido en la oposición, tampoco me hice mucha mala sangre. Lo asumí, simplemente. Me encontré con una antigua profesora de Literatura con la que había tenido mis diferencias en el Montserrat porque siempre decía que mis comentarios eran malos y me ponía 5. Yo creo que le daba rabia que no asistiera a sus clases porque eran aburridas y superficiales. Ella había obtenido plaza con un miserable 4 y sus 10 puntos de antigüedad. En aquel proceso vergonzoso que instauró la LOGSE, los sindicatos consiguieron que también a los profesores de los centros concertados se les reconociera la antigüedad como si fueran profesores de la pública, con lo que la cantidad de gente que tenía los diez puntos de antigüedad era impresionante. Imposible pelear al menos en Lengua y en Madrid. Todos los que aprobaron entre 1991 y 1993 fueron viejos interinos cuyo mejor mérito era haber nacido en torno a 1955 y haberse apuntado a una lista.
Así que comencé el curso 93-94 trabajando en el colegio Siglo XXI como monitor de comedor. Ya conté en entradas anteriores que hacía allí muchas sustituciones de maestros desde Infantil hasta 8º de EGB (se puede decir que era el sustituto oficial) y además completaba mis ingresos con las clases particulares. Creo recordar que venía a hacer sobre unas 80.000 pesetas al mes, una cantidad que me permitía salir del paso y pagar mis gastos (mi coche de segunda mano, un piso compartido con otros dos amigos, etc.). Hay que tener también en cuenta que comía en el colegio los días laborables. Aún así vivía a saltos entre este piso y la casa de mis padres, pues no tenía dinero para independizarme y vivir holgadamente. Pero había algo positivo, mi contrato en el colegio era fijo.
En junio, las academias ya te entregaban folletos con el nuevo temario y te decían que al año siguiente habría oposiciones. Yo había guardado el folleto. Empezó el curso, pero yo estaba algo desorientado con lo del nuevo temario y no hice nada más que repasar los temas que ya tenía y que coincidían con el temario anterior o preparar los que se parecían mucho, en total unos 30.
El día 14 de octubre de 1993 recibí un telegrama que me conminaba a presentarme en la Subdirección provincial Sur de Leganés el día 18 de octubre a las 10’oo horas. ¡Me llamaban para trabajar! Pero me asaltaron las dudas… ¿Y si era una sustitución muy corta? ¿Iba a perder mi trabajo fijo en el colegio? Fui para la delegación de Leganés una mañana lluviosa de otoño y me atendió una funcionaria simpatiquísima con la que conecté a primera vista. Me cayó simpática y supe que yo también le había caído bien a ella. Y me dijo que podía elegir entre tres sustituciones de quince días… Yo me quedé chafado. Solo quince días. Le pregunté qué posibilidades tenía de que me volvieran a llamar tras esas dos semanas y me explicó el sistema de sustituciones que yo desconocía. Cuando acababas de te reincorporabas a la lista en el orden que tuvieses previamente. Por eso me dijo que en su experiencia de años atrás, creía que al estar en octubre, lo más seguro es que yo trabajase todo el año. No me dio más de diez minutos para pensármelo. Si rechazaba la plaza, no me volverían a llamar. Le pregunté por el salario. Eran 240.000 pesetas y me dijo que no me descontarían casi nada porque así era con los interinos. ¡Uf! ¡240.000 pesetas (1300 euros) del año 93! ¡Yo no había visto ese dinero junto en mi vida! Acepté y recibí mi nombramiento. Mi primer centro sería el Instituto Nacional de Bachillerato Arquitecto Peridis, allí al lado, en el propio Leganés. Y así empezó la rueda.
Trabajé durante todo el año en cinco institutos, en unos (Peridis, Churriguera, Galileo Galilei y Móstoles X) tan sólo quince días y en uno de ellos (el INB Jorge Guillén de Alcorcón) varios meses hasta final de curso. Completé ocho meses y tuve derecho a las pagas de julio y agosto. El ambiente era entonces eléctrico en los centros. En todos los claustros que estuve (y recuerdo especialmente el INB Jorge Guillén de Alcorcón) había enconadas discusiones pues los detractores de la LOGSE, los viejos profesores de bachillerato, lanzaban discursos furibundos y apocalípticos. ¡La nueva ley traería el desastre! ¡Cuánta razón tenían! Pero yo entonces era un joven ingenuo y también intervenía (ahora lo recuerdo y me echo a temblar) a favor de la nueva ley por lo que con mi pelo largo y mis opiniones supongo que era considerado por ellos como un mozalbete inexperto y presuntuoso.
En el segundo centro que estuve, el más añejo instituto de bachillerato de Leganés, el INB Churriguera me encontré con un interino que entonces rondaba los cuarenta años que me dijo que iba a comprar el temario de CEN con otros compañeros. Valía 60000 pesetas. Yo le di 12000 y compramos el temario entre cinco. A partir de esa segunda sustitución, sería el 15 de noviembre, yo me planteé llevar todos los temas para la oposición siguiente. Eran los mismos 72 temas que hay ahora más los 14 de legislación LOGSE. Habría un teórico de cuatro horas, dos horas para el tema de la especialidad entre dos bolas al azar y otras dos horas para la legislación con una bola de los 14 temas.
Me puse a estudiar. Todo consistía en resumir los temas de CEN y añadirles las numerosas notas y apuntes que yo tenía sobre cada uno de los temas de la universidad. Afortunadamente, en la Universidad Autónoma de Madrid, yo había tenido algunos profesores magníficos y de sus apuntes y de las notas bibliográficas de aquellos años tomé muchos datos e ideas que iba añadiendo cada semana a los temas. Rehacía y estudiaba dos temas a la semana y dedicaba el sábado a los repasos. Hice cálculos. Haciendo eso y teniendo en cuenta que yo ya tenía unos veinticinco temas y que en Navidad podría hacerme otros diez temas en plan intensivo, confiaba en llegar a junio con todos los temas estudiados. Sería un año de intensísimo estudio y enormes sacrificios, pero una vez que yo había metido un pie, no iba a consentir quedarme fuera. Haría el sacrificio que hiciera falta por tener todos los temas antes de junio.
No serian temas muy buenos, pues al fin y al cabo eran las notas y apuntes de carrera, pero sería algo mejor que el temario CEN, que era bastante malo. Tenía que ser realista y práctico: era imprescindible estudiar un tema cada dos días, Por tanto, los temas serían pequeños, algo superficiales pero siempre con unos toques personales, que me diferenciaran de los interinos. Ni siquiera los llegaba a redactar, eran simples esquemas que luego memorizaba en voz alta.
Además descubrí que estudiar las oposiciones me gustaba. Por aquel entonces (más que ahora) había una gran diferencia entre los profesores que sabían (los que habían entrado por méritos propios) y los que no (los entrados por el proceso regularizador de la LOGSE o por las restringidas de años atrás). Y se notaba muchísimo. Los profesores que me iba encontrando sabían mucho de filología, de literatura y de arte en general. Te encontrabas en cada centro con gente interesante que hacía otras cosas además de dar sus clases. Y yo entonces comprendí que sabía poquísimo (mucho menos de lo que creía) pero quería saber. Y aprovechaba las bibliotecas y la biblioteca nacional y procuraba que todo lo que estuviese a mi alrededor me sirviera. Y leía mucho.
Fue un año bonito. Recuerdo cobrar mi primer sueldo de 240.000 pesetas y gastármelo casi íntegramente en ropa. En noviembre además me fui a un piso independizándome de mis padres totalmente y yéndome a vivir con mi novia de entonces. Eso me permitió tener mucha más tranquilidad y estabilidad para estudiar. Hay que decir que el apoyo y la comprensión de la pareja cuando se tiene que hacer un esfuerzo así es fundamental. Porque los sacrificios repercuten en ella. Y tuve suerte porque encontré la comprensión que necesitaba para ponerme a estudiar a tope. Se puede decir que me puse las pilas y que tomé la suerte de mi vida en mis manos con enorme intensidad. ¡Si había que pelear, allí estaba yo!
Eso me llevó a pasarme las horas libres entre clase y clase y los recreos en el departamento o en la biblioteca, estudiando. Todos los profesores me veían siempre con mis temas y mis libros y se reían. Me trataban con cariño. Yo era el jovencito estudioso de pelos largos y algo distraído, siempre metido en su estudio. Yo aprovechaba los temas que tenía que explicar a los alumnos para preparar o exponer mis temas. Que llegaba la generación del 27, pues yo preparaba mi tema y se lo encasquetaba a los alumnos. Afortunadamente los alumnos eran mucho mejores que ahora (eran de BUP) y podías dar las clases a un cierto nivel. No era como hoy; es decir, que si aludías a acontecimientos históricos, a autores o a lugares, sabían más o menos de qué les estabas hablando. Solo tuve un grupo LOGSE en todo el curso (en un antiguo FP que ahora era el flamante IES Galileo Galilei de Alcorcón) y obviamente el nivel era mucho más bajo pues todo era procedimental. No había libros y los materiales los hacían con mucha ilusión los propios profesores. Todo era comprensión y expresión. Me acuerdo mi primera clase allí: “La noche boca arriba” de Cortázar. No se explicaba literatura. Era la deriva que nos ha llevado donde hemos acabado. En casa también me pasaba las horas estudiando.
El problema se me planteó con los repasos. Cuando llegaron las navidades yo llevaba ya unos 40 temas y no podía repasarlos todos en el sábado por lo que tenía que tomar parte del domingo para cumplir con el plan. Para poder avanzar, necesitaba repasar 36 temas en 6 horas. Así sí sería capaz de repasar el temario entero en dos días. De lo contrario, todo se iría al garete. Así que establecí un sistema de repasos que fue el que me llevaría al triunfo y que es el que está en la base de lo que os ofrezco en mi web. Al llegar junio, respiré satisfecho. Yo era el único de todos los opositores con los que hablaba que llevaba los 84 temas. Mi temario no era una maravilla pero ¡lo había conseguido!