La entrada de hoy es dolorosa para mí, pero es a la vez una forma de homenajear y devolver mínimamente la deuda de gratitud que yo tenía con Jesús.
Lo conocí en mi colegio, el Siglo XXI de Madrid en 1974, recién salido de la carcel por miilitar en el PCE. Aunque era licenciado en Filología, fue mi maestro de Lengua y literatura española durante tres años en la etapa de la antigua EGB. Entonces, siendo él tan joven ya era un gran maestro y sus métodos pedagógicos eran de lo más avanzado que había entonces en España. En colaboración con el MEC publicó en 1976 un libro, La narrativa infantil, que para mí fue muy importante pues incluyó dos cuentos míos en la selección.
Él, hombre muy inteligente y trabajador, hizo muchas otras obras, como testimonia el currículo que todavía (espero que por muchos años) cuelga en su magnífica página web. No voy ahora a glosar todas sus obras y toda su trayectoria profesional en diferentes editoriales, que compatibilizaba con su puesto de catedrático de Lengua y literatura española en el Instituto Santa Teresa, junto a su casa en la zona de Ópera, en Madrid.
Sí quiero subrayar una idea: fue gracias a él como yo llegué a presentarme a las oposiciones. Paseaba yo un día por la calle del Arenal y me lo encontré casualmente después de diez años sin vernos, pues yo era un niño cuando él se fue del colegio tras obtener su plaza en la enseñanza pública (porque no se pudo presentar ya que la condena del régimen de Franco incluía una incapacitación de algunos años para ser funcionario). Inmediatamente nos reconocimos y nos tomamos unas cervezas. Como ya conté en la serie Mi vida, publicada en esta web, fue él ese día quien me animó a prepararlas y me brindó su ayuda. Fue él quien me decidió a emprender el rumbo de las oposiciones.
Durante los años siguientes, quedábamos dos o tres tardes al mes. Sentados ante su mesa, yo le leía algún comentario y algún tema y él me daba su opinión, apoyando los puntos fuertes y corrigiéndo los débiles o dando orientaciones muy útiles. Por ejemplo, la estructura de mi tema 45 es suya y la del tema 66 también está muy influida por su opinión. Sus ánimos siempre fueron constantes. Él fue mi preparador.
Paralelamente, me introdujo en el mundo de los libros de texto. Él fundó y dirigió el grupo Juan de Mairena (siempre Machado) al que me invitó. Conjuntamente hicimos varios libros de texto para Akal que ahora me resultan más gratos que entonces (escribir siempre ha sido una actividad básicamente ruinosa).
Y en todo ese tiempo se forjó entre nosotros una relación de amistad fuerte, sólida, que se ha mantenido más de veinte años donde las conversaciones de literatura, política y fútbol (pues afortunadamente los dos éramos del Atletico de Madrid, el Aleti) se alargaban durante horas.
Él construyó una web jesusfelipe.es, que como sabréis muchos, es una de las mejores de España pues integra tanto ejercicios interactivos de sintaxis como comentarios de texto o una cuidadosa selección de textos medievales o archivos sonoros sobre relatos tradicionales. Yo os invito a que conozcáis su legado en ella.
Así que hoy, tristemente, os cuento que he perdido a un amigo, a un mentor y a mi maestro. Y también debo reconocer que sin su impulso inicial todo esto, www.opolengua.com no hubiera sido posible, pues desde la infancia hasta la madurez, fueron sus consejos fuente de inspiración y sus ánimos muralla contra mi ansiedad. Su ejemplo como maestro y amigo seguirán siempre alentando mi trayectoria en la vida, en la literatura y en el trabajo.
Descanse en paz.
A Jesús Felipe Martínez Sánchez, mi maestro.
ser noche, amanecer, puerta, ventana.
el yunque esperanzado del mañana.
ser puerto, ser estela, mar abierto.
Todo eso hemos perdido cuando has muerto.