Comienza otra semana de trabajo en la que vamos a avanzar en todos nuestros cursos y además vamos a publicar una entrada diaria, por lo que va a ser una semana especial. Y comenzamos hoy lunes, como siempre, dando a conocer la solución y la lista de acertantes de nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que desde 2015 acompañamos en su estudio a las valerosas y esforzadas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su más temida prueba: la del comentario de texto.
Es nuestra costumbre elegir textos que puedan aparecer en las próximas convocatorias para orientar a los opositores sobre cómo ha de ser su preparación y ya decíamos el viernes que el texto elegido cumplía perfectamente esta característica por su calidad, por su importancia y por su autoría. Como siempre, nuestros seguidores han dado buena cuenta del reto demostrando su competencia literaria. Y así, Eva López Santuy y Mari Ángeles Bermejo aciertan con el género y la época, Uli Vera señala la autoría y Sara Piélagos Martín hace pleno al señalar con acierto la obra. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Y es que efectivamente se trataba del final de Caperucita en Manhattan (1990) la genial adaptación del cuento tradicional a nuestra época realizada por Carmen Martín Gaite (1925-2000) que ya ha aparecido en nuestro reto en otras ocasiones.
Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestra entrada de análisis.
Cuando el taxi se paró, la niña consultó el precio de la carrera en el taxímetro y arrojó unos billetes arrugados en el cauce ovalado de metal incrustado en la cristalera de separación. Inmediatamente, abrió la portezuela y se echó a correr.
—¡Pero aquí sobra mucho! —exclamó el taxista, bajando la ventanilla.
La niña se detuvo a la entrada del parque y le miró sonriendo, mientras le decía adiós con la mano.
—¡Quédese con la vuelta! ¡Son viles papeluchos!
El taxista, mientras la miraba desaparecer corriendo entre las frondas como una saeta, se quedó mascullando:
—Lo que me extraña es que no haya más crímenes de los que hay. ¡Mira que dejar salir sola a estas horas a una chiquilla de semejante edad! No sé en qué estarán pensando los padres.
Sara, antes de introducir nuevamente la moneda en la ranura del poste junto a la alcantarilla, se acordó de una cosa. No había leído todavía el papelito que le dio miss Lunatic. Le había dicho que lo leyera en la cama. Pero a saber dónde acabaría ella durmiendo esa noche. Así que se sentó en el suelo y lo sacó de la bolsa. Era un papel color malva, pero mucho más grande que el que sacó el día de su cumpleaños del pastelito que le pusieron de postre en el chino, donde decía que mejor se está solo que mal acompañado. Se quedó unos instantes paralizada. ¡Ayer! ¿Pero su cumpleaños había sido ayer? Bueno, resultaba increíble. Mejor no pensar en ello.
Desplegó el mensaje y lo leyó a la luz de su linternita. Decía:
No te hice ni celestial ni terrenal,
ni mortal ni inmortal, con el fin de
que fueras libre y soberano artífice
de ti mismo, de acuerdo con tu designio.
Y debajo ponía entre paréntesis: (Pico della Mirándola, Juan—. Filósofo renacentista italiano, aficionado a la magia natural. Murió a los 31 años).
Metió la moneda en la ranura, dijo: «¡Miranfú!», se descorrió la tapa de la alcantarilla y Sara, extendiendo los brazos, se arrojó al pasadizo, sorbida inmediatamente por una corriente de aire templado que la llevaba a la Libertad.