Hoy comenzamos una semana más de intenso trabajo. Este próximo fin de semana son las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en Cataluña, a las que, lógicamente, estaremos muy atentos. Y al ser lunes, iniciamos la semana con la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo que quiere ser piedra de toque de las personas que preparan la prueba de comentario de texto, la más difícil de las oposiciones.
Ya avanzábamos el viernes que este texto no iba a ser fácil de reconocer y así se ha demostrado en la participación, que ha bajado en relación con otras semanas. Es normal dada su dificultad. También decíamos que se trataba de un texto muy interesante y que, señalando género y sus elementos intertextuales, podríamos armar un buen comentario. Y así, con todas sus dificultades, hemos tenido a dos valientes que se han atrevido a aventurar la procedencia del fragmento sin errar el tiro, pues tanto Eva López Santuy como Lydia P García han reconocido la procedencia del contenido e incluso lo han relacionado muy acertadamente con Shakespeare. Algunas personas pueden pensar que su respuesta es errónea, pero en las oposiciones no cabe el silencio y por ello, si nadie aportara respuesta alguna, como ha ocurrido, ellas serían quienes más se acercarían a la solución y eso tendría su premio. Sí recomendamos que adviertan que no es la obra original, pues como sabemos, El conde Lucanor no tiene estructura dramática, sino narrativa. En todo caso, ¡enhorabuena a ambas y ojalá que el día D tengan la misma o un poco más de fortuna!
Y es que el fragmento correspondía a la Escena III del entremés El mancebo que casó con mujer brava de Alejandro Casona (1903-1965), basada en el exemplo homónimo de El conde Lucanor, que a su vez es la base de La fierecilla domada de Shakespeare. Este entremés de Casona fue representado por el llamado Teatro ambulante o Teatro del pueblo, compañía teatral montada y dirigida por el propio Casona por orden de Manuel Bartolomé Cossío dentro de las Misiones Pedagógicas durante la Segunda República, con la idea de acercar los clásicos españoles a los campesinos analfabetos. En esta ambiciosa y magnífica misión cultural participó Alejandro Casona como director y dramaturgo, adaptando para este sencillo público diferentes fragmentos de obras como El conde Lucanor (el que nos ocupa), el Quijote o Lope de Rueda. En 1949, durante su exilio argentino que se alargó hasta su vuelta a España en 1962, Alejandro Casona las reunió en un pequeño volumen al que llamó Retablo jovial al que acompañó de un emotivo prólogo. Esta obra fue durante años una lectura típica para los estudiantes de BUP y, de hecho, sigue en los catálogos de las editoriales de literatura juvenil y yo la he usado para leerla con alumnos de la ESO. En nuestra intención al plantear este texto en nuestro acertijo estaba reivindicar la obra del maestro asturiano y la de las propias misiones culturales que dirigió.
Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestra entrada de fondo. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
MANCEBO—Digo, mujer, que no se cumple con nosotros las costumbre de esta tierra, que es la de adobar cena y mesa a los novios sin que nada falte.
MOZA—Pues qué, ¿no ve Ud. ahí todo? MANCEBO—No veo que hayan dispuesto el aguamanos.
MOZA—¡Aguamanos! ¿Con esas sale, marido? Coma y calle, que bien acostumbrado estará, de vuestra casa, a comer sin lavaros.
MANCEBO—No tal, que siempre he sido pobre, pero limpio. ¡Lavarme quiero! (Espera. Al ver que no le atiende, da un puñetazo sobre la mesa alzando la voz.) ¡Lavarme quiero! (Mira alrededor.) ¡Eh, tú, don perro: dame agua a las manos! (Otra pausa esperando.) ¡Cómo! ¿No oíste, perro traidor, que me des agua a las manos? ¡Ah! ¿callas? ¿No obedeces? ¡Pues aguarda y verás! (Sale furioso entre cortinas y da de cuchilladas al perro, que aúlla espantado.)
MOZA—Pero ¿qué ha hecho, marido? ¿Al perro ha matado? ¡Miren qué empresa de hombre!
MANCEBO—Le mandé traer agua y no me obedeció. (Limpia su espada en el mantel y vuelve los ojos airado alrededor. Se dirige al gato, que se supone al otro lado.) ¡Eh, tú, don gato: dame agua a las manos!
MOZA—¿Al gato habla, marido?
MANCEBO—¡Cómo, don falso traidor! ¿También tú callas? Pues qué, ¿no viste lo que fue del perro, por no obedecer? Prometo que si poco ni más conmigo porfías, lo mismo te he de hacer a ti que al perro. ¡Dame agua a las manos ahora mismo!
MOZA—Pero, marido, ¿cómo quiere que un gato entienda de aguamanos?
MANCEBO—(Le impone silencio secamente.) Qué, ¿no te mueves todavía? ¡Ah, gato traidor!…¡Aguarda, aguarda tú también! (Sale entre cortinas. Se oyen unos maullidos estridentes y vuelve a entrar con el gato ensartado en la espada. Lo tira contra el suelo.)
MOZA—¡Ay mi gato, mi pobre gato querido!…(Lo levanta por el rabo, comprobando que está muerto. El Mancebo mira en torno cada vez más furioso. Se oye en el patio el relincho del caballo.)
MANCEBO—Y ahora vos, don caballo. ¡Dame agua a las manos!
MOZA—¡Eso no! ¡Téngase, marido, que perros y gatos muchos hay, pero caballos no tiene Ud. otro que ése!
MANCEBO—Y bien, mujer, ¿piensa que porque no tengo otro caballo se ha de librar de mí si no me atiende? Guárdese de enojarme, o si no, ¡yo juro a Dios que tan mala suerte le he de dar a él como a los otros! (Mirándola fijamente avanza hasta ella, que retrocede comenzando a espantarse.) Y no habrá cosa viva en la casa a quien no hiciera lo mismo. ¡Eh! ¿oíste, don caballo? ¡Dame pronto agua a las manos!
MOZA—(Se santigua.) ¡Ánimas del Purgatorio! ¡Loco está!
MANCEBO—Qué, ¿no te mueves? ¡Pues toma tú también! ¡Toma! (Le suelta un pistoletazo. El
caballo cae redondo.)
MOZA—¡Dios nos valga, marido! ¡Muerto es el caballo!