El sábado fueron las oposiciones en Cataluña en las que cayeron los temas 38, 59, 60 y 67 y dos supuestos prácticos, uno sobre Campos de Castilla y el otro sobre los textos argumentativos. Por otro lado, ya se va acercando el día D para el resto de las oposiciones convocadas para este año. Y nosotros comenzamos una nueva semana de trabajo con ilusión y fuerzas renovadas. Y lo hacemos publicando, como todos los lunes, publicando la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el amable reto con el que acompañamos a quienes preparan la siempre temida prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Decíamos el viernes que el texto propuesto podría caer perfectamente en las oposiciones, pues tanto el autor como su movimiento literario han aparecido de forma recurrente en los últimos años. Además, se trataba de una obra muy conocida y esto también ha sido una de las constantes en las últimas convocatorias de diferentes comunidades. Y ante el reto, nuestros seguidores han mostrado una vez más su competencia literaria. Y así, Sara Piélagos Martín, María Pilar Carbonero Muñoz, Mamen Moreno, San BG y Lydia P García señalan con acierto obra y autor. Y tal y como decíamos el viernes, en una obra conocida es importante, si se puede, situar el fragmento dentro de la obra para mostrar nuestro dominio de la misma. Esto es lo que hacen Lidia Parra González, Eva López Santuy y Uli Vera. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, se trataba del final de Marianela (1878), la obra que el mismo Benito Pérez Galdós (1843-1920) consideraba su “novela más bonita”. Más en concreto se trata de su emotivo final, cuando se produce el fastuoso entierro de Nela.
Y nada más por hoy. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
¡Cosa rara, inaudita! La Nela que nunca había tenido cama, ni ropa, ni zapatos, ni sustento, ni consideración, ni familia, ni nada propio, ni siquiera nombre, tuvo un magnífico sepulcro que causó no pocas envidias entre los vivos de Socartes. Esta magnificencia póstuma fue la más grande ironía que se ha visto en aquellas tierras calaminíferas. La señorita Florentina, consecuente con sus sentimientos generosos, quiso atenuar la pena de no haber podido socorrer en vida a la Nela, con la satisfacción de honrar sus pobres despojos después de la muerte. Algún positivista empedernido, criticóla por esto; pero nosotros vemos en tan desusado hecho una prueba más de la delicadeza de su alma.
Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla (¡esto sí que es inaudito y raro!) la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones.
Los funerales se celebraron con pompa, y los clérigos de Villamojada abrieron tamaña boca al ver que se les daba dinero por echar responsos a la hija de la Canela. Era estupendo, fenomenal que un ser cuya importancia social había sido casi casi semejante a la de los insectos, fuera causa de encender muchas luces, de tender muchos paños y de poner roncos a sochantres y sacristanes. Esto, a fuerza de ser extraño, rayaba en lo chistoso. No se habló de otra cosa en seis meses.
La sorpresa y… dígase de una vez, la indignación de aquellas buenas muchedumbres llegaron a su colmo cuando vieron que por el camino adelante venían dos carros cargados con enormes piezas de piedra blanca y fina. ¡Ah! En el entendimiento de la Señana se verificaba una espantosa confusión de ideas, un verdadero cataclismo intelectual, un caos, al considerar que aquellas piedras blancas y finas eran el sepulcro de la Nela. Si ante la Señana volara un buey o discurriera su marido, ya no le llamaría la atención.
Revolvieron los libros parroquiales de Villamojada, porque era preciso que después de muerta tuviera un nombre fijo la que se había pasado sin él en vida, como lo prueba esta misma historia, donde se la nombra de distintos modos. Hallado aquel requisito indispensable para figurar en los archivos de la muerte, la magnífica piedra sepulcral que se ostentaba orgullosa en medio de las rústicas cruces del cementerio de Aldeacorba tenía grabados estos renglones: