¡Hoy es lunes! Y como siempre, desde 2015, iniciamos nuestros cursos y nuestra semana con la publicación de la solución y la lista de acertantes de nuestro querido ¡Ponte a prueba!, el reto con el que desde 2015 acompañamos a las esforzadas y valientes personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Como indicamos el viernes, este texto era perfectamente posible en las oposiciones de Lengua de 2025, por la sencilla razón de que ya ha aparecido en convocatorias anteriores. Nos alegramos, por tanto, y mucho, de que nuestros seguidores hayan dado con la clave, pues estamos seguros de que el día D también lo reconocerán.
Y así, Pau del Collado y San BG señalan con argumentos acertados la autoría del mismo. Cris Alrío, Marisa Márquez Marín, Mari Carmen Flores Ramos, Maria Pilar Carbonero Muñoz, Laura Alacid Aranda, Lidia Parra González, Mari Ángeles Bermejo, Eva López Santuy, Alazne Martos, Carmen Gutiérrez Luque y Mamen Moreno hacen pleno al señalar también la obra a la que pertenece el fragmento. Para muchas, era la primera participación (que agradecemos) y ha sido con acierto plano. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, el texto era un fragmento del primer capítulo de La colmena, la famosísima novela de Camilo José Cela (1916-2002), una obra que debe ser conocida y dominada por todos los opositores, pues, como hemos dicho, ya ha caído en las oposiciones. Y es más fácil que caiga lo que ya ha caído que lo que no ha caído nunca.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Saludos y ánimo.
A una señora silenciosa que suele sentarse al fondo, conforme se sube a los billares, se le murió un hijo, aún no hace un mes. El joven se llamaba Paco, y estaba preparándose para Correos. Al principio dijeron que le había dado un paralís, pero después se vio que no, que lo que le dio fue la meningitis. Duró poco y además perdió el sentido en seguida. Se sabía ya todos los pueblos de León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y parte de Valencia (Castellón y la mitad, sobre poco más o menos, de Alicante); fue una pena grande que se muriese. Paco había andado siempre medio malo desde una mojadura que se dio un invierno, siendo niño. Su madre se había quedado sola, porque su otro hijo, el mayor, andaba por el mundo, no se sabía bien dónde. Por las tardes se iba al Café de doña Rosa, se sentaba al pie de la escalera y allí se estaba las horas muertas, cogiendo calor. Desde la muerte del hijo, doña Rosa estaba muy cariñosa con ella. Hay personas a quienes les gusta estar atentas con los que van de luto. Aprovechan para dar consejos o pedir resignación o presencia de ánimo y lo pasan muy bien. Doña Rosa, para consolar a la madre de Paco, le suele decir que, para haberse quedado tonto, más valió que Dios se lo llevara. La madre la miraba con una sonrisa de conformidad y le decía que claro que, bien mirado, tenía razón. La madre de Paco se llamaba Isabel, doña Isabel Montes, viuda de Sanz. Es una señora aún de cierto buen ver, que lleva una capita algo raída. Tiene aire de ser de buena familia. En el Café suelen respetar su silencio y sólo muy de tarde en tarde alguna persona conocida, generalmente una mujer, de vuelta de los lavabos, se apoya en su mesa para preguntarle: «¿Qué? ¿Ya se va levantando ese espíritu?» Doña Isabel sonríe y no contesta casi nunca; cuando está algo más animada, levanta la cabeza, mira para la amiga y dice: «¡Qué guapetona está usted, Fulanita!» Lo más frecuente, sin embargo, es que no diga nunca nada: un gesto con la mano, al despedirse, y en paz. Doña Isabel sabe que ella es de otra clase, de otra manera de ser distinta, por lo menos.