Comenzamos una nueva semana de estudio con la solución del ¡Ponte a prueba!, el reto con el que acompañamos a las personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su temida y exigente prueba del comentario de texto, con la intención de que dispongan de una piedra de toque para su preparación.
Ya decíamos el viernes que el texto elegido bien podría haber aparecido en las oposiciones vascas, pues en ellas, tal y como indicamos, cayó un poema del grupo del 27 y esta era la misma propuesta que nosotros hicimos en esta ocasión. La participación ha sido alta y además nuestros seguidores han mostrado su fino olfato literario. Y así, Sara Piélagos Martín, Eva López Santuy y María Pilar Carbonero Muñoz han adscrito el poema razonada y acertadamente al grupo del 27. Por su parte, Lydia P García ha señalado acertadamente su autoría y Mariángeles Bermejo y Carmen Gutiérrez Luque han reconocido el poema y lo han situado dentro de su obra. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Y es que, efectivamente, se trataba de “Si el hombre pudiera decir lo que ama”, poema encuadrado en Los placeres prohibidos (1931) del poeta sevillano Luis Cernuda (1902-1963), cuya obra ha sido lectura obligatoria de Selectividad en Andalucía durante varios años.
Y nada más por hoy, volveremos mañana con nuestro artículo de fondo.
Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.