Hoy es una entrada diferente a las habituales del blog, aunque ya ha habido otra similar, como la que dediqué en su día a mi amigo y maestro Jesús Felipe Martínez Sánchez. El sábado pasado, tras una larga enfermedad, ha fallecido mi tía María Luisa Prieto García. Esta entrada pretende simplemente devolver una deuda de gratitud y honrar su memoria.
Era una persona alegre, de un entusiasmo contagioso, siempre dispuesta al trabajo y a la colaboración. Fue ella quien me enseñó en la casa familiar de Zaragoza las primeras letras con la Cartilla Amiguitos antes de ir al colegio. Con ella empecé el ma, me, mi, mo, mu, el milagro de la lectura. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No es verdad. Una palabra vale por todas las imágenes, porque en ella se encierra el milagro de la especie humana, la capacidad simbólica que da pie a todo lo demás. Pues ese milagro prendió en mi espíritu por medio de mi tía Marisa.
Además, su ánimo, su aprecio, su amor en suma, fueron una de las bases de mi autoestima, algo fundamental en un niño de dos, tres o cuatro años. Su laboriosidad constante, su generosidad, su alegría fueron siempre un ejemplo para mí. Una parte de quien yo soy fue sembrada por ella.
Somos el resultado de muchas personas. Somos eslabones de una cadena. Eso es la enseñanza, la lengua y la literatura. Y este blog no es simplemente oposiciones. Este blog es vida y siempre ha querido serlo. Queremos ser profesores porque hay una semilla espiritual en nosotros. Esa semilla la sembró en mí mi tía Marisa y en el día en que deja este mundo, quiero dejar mi homenaje de gratitud a su persona.