La travesía de Anna Martínez es la historia de una luchadora incombustible, un ser excepcional de esos que son como corchos que flotan hasta en los peores naufragios y en mitad de la tempestad llegan a puerto como sea. En Opolengua nos encantan las historias reales, llenas de vida, sin edulcoraciones ni embelecos. Y creo que la historia de Anna es apasionante y sincera como pocas. A mí me ha encantado leerla.
Conocí a Anna en 2022 y aquel curso, como ella explicará más abajo, no pudo rendir como hubiera deseado. Se presentó a las oposiciones con muy pocos temas estudiados. La recuerdo perfectamente en la video conferencia para corregir su defensa de la programación. Animosa, alegre, entusiasta. Pero no fue su año. Mantuvimos el contacto durante todo este tiempo hasta ahora. Es una persona simpática y amable, que irradia bondad. Y al final, como siempre ocurre con quienes perseveran, ha obtenido su plaza de Lengua. Yo me alegro muchísimo, por ella y por sus alumnos de Cataluña que, a buen seguro, van a contar con una docente preparada, responsable y que va a resultarles todo un ejemplo de vida: luchar hasta el final.
“De periodista de una agencia de comunicación a profesora de Lengua Castellana y Literatura”
2019: Abro mi restaurante
En 2019 decidí dejar mi vida en Madrid, mi trabajo indefinido como periodista en una agencia de comunicación, en la que trabajaba para grandes multinacionales tecnológicas, y embarcarme en una aventura con la que siempre había soñado: abrir mi propio restaurante en Alicante. Tras meses de reformas, diseño de carta y demás, por fin pude abrir las puertas el 10 de enero de 2020. Parecía que todo estaba saliendo bien, hasta que tres meses después todos fuimos testigo de un acontecimiento mundial sin precedentes y mi perspectiva cambió al “todo va a salir regulinchi”.
La pandemia y sus consecuencias
En aquellos meses de confinamiento tuve mucho tiempo para pensar, para reformular el plan de negocio, para reestructurar mi vida y no salir perdiendo. Por suerte, ese verano fue inmejorable, recuperé la inversión en una temporada sin un día de descanso. En octubre, cuando decidí cerrar por vacaciones, recordé la sensación que había tenido meses atrás y en vez de realizar ningún gran viaje, intenté descubrir en mi interior cuál sería mi próximo paso.
«Decidí que ser profesora podría ser una buenísima idea»
Mis cálculos estaban hechos: los dos años de contrato de alquiler inicial podían ser más que suficientes para plantarme y dar un nuevo giro de timón. ¿Pero hacia dónde?
Había sido becaria, trabajadora por cuenta ajena y trabajadora por cuenta propia. Solo me quedaba probar el funcionariado. Entre todas las opciones, decidí que ser profesora podría ser una buenísima idea, pero debía primero hacer un máster. Esa primavera hice la preinscripción en más de 15 universidades. Llegó el verano y en ninguna lista de preadmisión vi mi nombre: mi Licenciatura en Periodismo no me daba preferencia ante otra gente con perfil docente más definido.
Pero el 12 de septiembre recibí un correo: mi nombre estaba en la tercera lista de espera que la Universidad de Burgos había publicado. Tenía 24 horas para decidir si mi futuro pasaba por mudarme nuevamente. Con la excusa de que, al no conocer la cuidad, tenía todo por ofrecerme, hice las maletas. Fue un año sabático un tanto extraño, pero tuve tiempo de sobra para aprender, certificar los idiomas que dominaba (inglés y catalán), meditar sobre la profesión e incluso pensar en los próximos pasos que debía dar: sin duda, necesitaba la ayuda de un preparador y un buen temario. No ser filóloga podía pasarme factura si decidía prepararme unas oposiciones por mi cuenta y las del año 2023 parecían una buena opción.
Mi experiencia con Eduardo y Opolengua en el curso 2022-2023
Así es como conocí a Eduardo en el verano de 2022. Tras unos mails y alguna llamada, decidí que sería el mejor compañero de viaje, pues necesitaba a mi lado a alguien con mucha experiencia y un conocimiento sólido. No obstante, fui incapaz de seguir el curso por diversos motivos, como mi primera sustitución en Lleida en un Centro de Formación de Adultos que me hizo ver que aquella profesión podía ejercerla para el resto de mis días o la adjudicación de una vacante hasta fin de curso en el Valle de Arán como profesora de inglés, que hizo que aprendiese a programar una asignatura que jamás hubiese pensado dar, incluso a gestionar una tutoría. Así, llegué a junio con dos temas y una programación con muchos aspectos por mejorar: indudablemente suspendí.
Hacer el grado de Español
Con el verano nuevamente por delante, decidí esta vez no contar con la ayuda de Eduardo y tomar la vía larga: matricularme en el grado de Español. Tal vez, la opción de ser filóloga podría abrirme más puertas a largo plazo; mientras a corto, podría ir presentándome a las oposiciones que se convocasen preparándome los temas por mi cuenta, pues contaba con el valioso temario de Opolengua. Sin embargo, mi relación con Eduardo no acabó ahí. Seguimos intercambiando mensajes y correos.
Presentarme a las oposiciones de 2024
Volví con el inicio del curso al Valle de Arán y con el frío de los Pirineos llegó la convocatoria de oposiciones ordinarias de 2024, así que decidí apuntarme. Decidí, también, sacrificar mi vida social, pues debía prepararme las clases -de inglés-, seguir el ritmo de un grado universitario y, además, prepararme las oposiciones. Utilizo el verbo decidir con acierto, porque luchar por una plaza es una decisión personal, una decisión muy consciente y una decisión con la que se debe ser muy consecuente.
Volcarse en la oposición
Tuve muchas ganas de llorar, muchas veces. Conocí lo que era la ansiedad. Tuve pensamientos negativos, incluso había días que le ganaban a los positivos. Dije mil veces no: a una cerveza, a un fin de semana con mis amigas, a conciertos, a subir a Baqueira a esquiar. Dejé de ir a escalar y también de ir caminando al instituto: coger el coche suponía un ahorro de tiempo considerable. Tiempo que iba siempre a parar al mismo saco, al de la oposición.
La oposición este año se adelantaba los cálculos no fallaron, la primera prueba se realizaba a finales de abril. Intentaría llegar con el máximo de temas posibles, porque sabía que pasar la primera criba era crucial, tenía otras dotes comunicativas que podían ayudarme en la segunda prueba, llegado el caso.
Tribunal en Manresa
Me asignaron un tribunal en Manresa, así que fui el día anterior. Nada podía salir mal, llevaba muchos temas preparados entre el 1 y el 50, aproximadamente 35. No iba a tener tan mala suerte que de entre las 4 bolas saliesen todos del final. Además, había analizado minuciosamente todos los ejercicios prácticos que se habían puesto hasta el momento. Todos tenían un denominador común: la tipología textual; así que las estuve estudiando y pensando posibilidades para aplicar en el aula. Por otro lado, además llevaba conmigo un trébol de cuatro hojas, una estampita, un cuerno de la suerte, el anillo de “puta ama”, una medalla de la Virgen y el fin de semana anterior fui a ponerle una vela a Lourdes. Sin ser creyente, pero por si acaso debía comenzar a creer.
El día D y cómo sobreponerse a las circunstancias
Llegó el día y el momento, la primera prueba (el supuesto práctico) había sido pan comido, mis cálculos no habían fallado: los textos argumentativos en 1º de Bachillerato. Salí con muy buenas sensaciones. Aunque después, comiendo, empecé a analizar los posibles fallos que había cometido.
Así que no tenía mucho margen de maniobra, tenía que ir con todo en la siguiente. Saliese el tema que saliese, tenía que escribir dos horas, aunque no lo dominase. Llegado el momento, la presidenta apuntó los temas en la pizarra. ¡No me lo podía creer! Eran 38, 59, 60 y 67.
En ese momento no tuve mucha opción, así que mientras esperábamos que nos diesen la orden para poder comenzar a escribir, empecé a proyectar en mi cabeza la estrategia a seguir: visualicé todos los temas referentes a la lírica que dominaba (por supuesto, el 47) y, a partir de ahí, escribiría sin cesar. Y así hice. Posiblemente perdí tiempo en realizar un esquema sobre todo lo que quería abordar en aquellas páginas, pero una vez lo tuve claro, no dejé de escribir hasta que llené 12 carillas. Los simulacros habían tenido su sentido.
Mi contacto de aquellos días con Eduardo
Aquellos días estuve comentando el examen y mis respuestas con Eduardo. También le escribí dos semanas después: “¡¡¡Eduardo!!! Un 5,0036, ¿algún consejo para la defensa?”. Me dio la enhorabuena y muy buenos consejos.
Tras la defensa volvimos a hablar. Esta vez tuve sentimientos encontrados y sensaciones extrañas, pues las preguntas del tribunal habían sido un poco ambiguas. Eduardo me animó a ver el lado positivo, a seguir confiando. Así que con esa perspectiva preferí enfriar el proceso aquellos días y no pensar mucho en ello, al fin y al cabo, ya estaba todo hecho y solo quedaba la publicación final de las notas. Pero se le sumaba una presión extra: la mitad de la gente no se había presentado, por lo que aprobar con un 5 suponía obtener plaza. Calma. Calma. Y más calma.
Y por fin: ¡La plaza!
El domingo 26 de mayo le volví a escribir: “Eduardo!!! 6,5 ¡estoy dentro!”
La obtención de la plaza es todo el camino que te ha conducido hasta ella y toda la gente que te ha apoyado
Tal vez os haya resultado una historia larga y pesada, pero no quería dejarme aspectos importantes en el tintero, puesto que el proceso de oposición y la obtención de la plaza no es solo el momento en el que te comunican la nota, sino todo lo anterior, todo el camino que te ha llevado a lograrlo y toda la gente que te ha apoyado y animado en el camino.