Tras las merecidas vacaciones estivales, el curso 1994-1995 comenzó de forma muy agitada. Aquel año las vacantes se adjudicaron en Madrid en un acto público en la calle Vitruvio, en la Delegación Provincial de Madrid. Yo me vi en las listas en el bloque A (formado solo por los que habían aprobado todos los ejercicios) aunque en sus últimas posiciones (hay que recordar que la lista una vez aprobados los exámenes se ordenaba en cada bloque por una ponderación del 66% la antigüedad y el 33% los puntos de la oposición). Como había aprobado con una nota en torno al 6,5 y no tenía puntos de antigüedad, pues terminé en el puesto cincuenta y tantos.
Pero lo más significativo de aquel día fue que al llegar allí nos encontramos con una pequeña manifestación (lo que hoy se llamaría un escrache) de viejos interinos que no habían aprobado y que estaban allí acompañados de sus familiares (con sus propios hijos en primera posición). Eran gentes que tenían sobre los cuarenta años y se habían quedado sin trabajo al no aprobar las oposiciones. Su puesto lo íbamos a ocupar nosotros, los que éramos más jóvenes y sí habíamos aprobado. Y claro, ellos creían que su puesto de interino (la propia palabra significa transitoriedad) era eterno y suyo. Eterno y suyo. Y como no lo era (y no lo debía ser) pues se dedicaron a utilizar a sus hijos como rehenes y a insultarnos según entrábamos en el acto. Los sindicatos estaban por allí haciendo acto de presencia para apoyarlos (STES, CCOO y UGT). Yo entonces era militante de FETE-UGT. Me acuerdo que nos llamaban “nazis”. Yo estaba un poco asombrado por todo aquello. Me parecía absolutamente lógico que el sistema educativo quisiera seleccionar a los mejores profesores para cubrir las vacantes transitorias que el sistema producía. Y la forma más lógica de seleccionar a los mejores eran las oposiciones. Indiscutiblemente. Si ellos no habían aprobado, era porque no se sabían los temas. Y si no se sabían los temas, no tenían derecho a dar clase. Así de simple. Hubo discusiones y algunos cruces de insultos, pero como la Policía había hecho acto de presencia (supongo que aquella concentración se había convocado legalmente pidiendo permiso a la delegación del Gobierno), la cosa no pasó a mayores. Pero de aquellos polvos, surgirían otros lodos que ya comentaremos en entradas venideras porque esa lucha que se abrió entonces entre interinos nuevos y viejos, produjeron otros acontecimientos que tuvieron importantes consecuencias para la ordenación de las listas y los baremos confeccionados por el MEC y las consejerías por lo que serán convenientemente tratados en el blog.
Una vez dentro del salón de actos, me topé con la lista de vacantes y nada más llegar me vi en una posición complicada. Los interinos más antiguos que sí habían aprobado se sabían los centros buenos y los malos y además habían llamado a los centros con lo que se sabían hasta los horarios que les corresponderían. Yo no tenía ni idea de nada. Era el típico novato que algunos habéis sido y otros (ojalá) seáis en el futuro. Allí se cruzaban rumores por las butacas donde habría unas cien personas. Yo me di cuenta de que era muy difícil que accediera a una plaza buena porque había muy pocas en Madrid capital. La funcionaria que repartía las plazas era mi conocida de la subdirección de Leganés. Nos sonreímos al vernos. Buen rollo. Si un día me tiene que echar un cable, lo hará, pensé yo.
Al final cuando me tocó elegir no había muchas opciones. Me correspondió el FP Humanejos de Parla. La gente me dijo que era un mal centro. Conflictivo. Bueno. Llegué a Parla al día siguiente. No me gustó la localidad nada. Me recordó un poco a Marruecos porque vi un montón de gente a las once de la mañana sentada en las terrazas de los bares. Gente en chándal y sin afeitar. Mucho parado, pensé. El centro tampoco tenía muy buena pinta. ¿Allí tenía que pasar un año? Ufff. Pero tuve suerte. Cuando me presenté al director, este me dijo que había un error. La vacante no era de Lengua sino de Inglés. Se habían equivocado en la Delegación. Le pedí que me diera eso por escrito. Y con su papel firmado me fui a la subdelegación a solucionar mi problema. ¿A dónde me mandarían ahora? Al llegar, estaba mi amiga y le dije lo que había pasado. Me dijo que subiría a ver al sudbirector provincial (me dijo que la habían ascendido a ser su colaboradora directa) y que bajaba. Malas noticias trajo. Como todas las vacantes se habían dado, me tendría que conformar con hacer sustituciones. Eso sí, me prometió que me daría trato preferente. Pero a mí se me cruzaron los cables y le dije que eso era incorrecto. Le dije que le dijera a su jefe que yo tenia derecho a una vacante porque me la había ganado en las oposiciones y que si no se me daba iría a la prensa y a quien hiciera falta para hacer valer mis derechos. Ella me dijo que se lo comunicaría y que verían a ver qué resolvían. Que me fuera a casa. Y así fue. Yo me fui más cabreado que una mona.
Pero al día siguiente ella me llamó y me dijo que había aparecido una vacante de repente y que era en un buen centro. Fui a la delegación y estaba mi amiga con una sonrisa de oreja a oreja diciéndome que había aparecido una vacante buenísima de una subdirectora de Lengua con un horario buenísimo además y en el mejor centro de Alcorcón, el IES Ítaca. Efectivamente. Fui para allá y todo era verdad. Centro buenísimo, alumnos buenísimos, compañeros buenísimos. Y horario impresionante. Yo daba dos 3º de BUP de Literatura (4 horas cada uno creo), la optativa de teatro para la nueva eso (en 3º de ESO) creo que eran 3 horas y Ética de 3º de BUP hasta completar. Los compañeros eran buenísimos. Emilio, lamento no recordar el apellido, era un asturiano que sabía muchísimo y que me contó que no había seguido en la universidad por razones personales que no voy a desvelar aquí, pero que eran podeorsas (ya sabemos cómo funciona la universidad en España). Carmina (tampoco recuerdo el nombre) era una mujer interesantísima. Tenía un grupo de teatro y estaba haciendo la tesis sobre Jerónimo López Mozo, al que yo conocía del tema 70. José Antonio era un buen profesor de gramática y daba todos los COU’s de Lengua mientras que Emilio daba las literaturas de COU . La otra compañera era la secretaria del centro, que casi nunca venía a las reuniones. El alumnado era de lo mejor de Alcorcón y de hecho, ese año, tuvimos al alumno mejor puntuado en Selectividad en Madrid.
Total, que el IES Ítaca era un pedazo de instituto. Un chollo. Que curioso que la vacante apareciera de repente, pensé yo, ¿no? ¿Habían tenido miedo a que les denunciara? ¿Mi amiga me había echado un cable? En fin, sea como fuere, me pasé un año buenísimo porque salía dos días a las 10’15 horas y el ambiente era buenísimo. Yo estaba encantado con todo. ¡Qué chollo vivir así toda la vida! Pensaba yo recordando los centros de combate que había conocido el año anterior.
Desde el punto de vista de la clase, imaginad que en 3º de BUP sólo di tres temas. En el primer trimestre la Celestina. Esa obra me gustaba mucho y les hice un trabajo bueno, creo. Cada día analizábamos un acto en la clase. En el segundo trimestre leímos el Quijote dedicando cada día a un número de capítulos. Y en el tercero, La Regenta. Profundizaba más en las obras que en la universidad. Yo estaba encantado, claro. Los alumnos eran buenísimos. Tuve mucha suerte. Estudiaban, anotaban siguiendo la guía de lectura, participaban en el debate… Un lujo. Eso, desafortunadamente, acabó con la LOGSE.
Por lo que se refiere a las oposiciones (que es lo que os interesará más), ya se había dicho que en 1995 no habría y que la convocatoria se daría de nuevo en 1996 con el mismo sistema por lo que yo hice un plan de estudio a dos años. La idea era hacer que mis temas fueran competitivos, mejores que los de mis rivales. Y a eso me consagré. Para hacer todo el temario en 2 años necesitaba hacer 36 temas anuales. Eso quería decir hacer cuatro temas al mes. Por tanto, confeccionaba un tema a la semana. Tenía la base de los esquemas de CEN y lo mejoraba con notas de libros, apuntes de la universidad y materiales nuevos que iba consiguiendo. Empleaba la biblioteca de mi instituto, que no estaba mal (porque los profesores del departamento la habían nutrido bien) y sobre todo, en la Biblioteca Nacional. Era un gusto ir allí con mi carné de investigador (fue entonces cuando se le facilitó a todos los profesores), pedir las obras y obtenerlas. Tampoco olvidaba las lecturas y me leía de cada tema todo lo que podía y que no había leído. Como en la carrera había sido un buen lector, aprovechaba para leer obras menos conocidas y así me leí todas las novelas picarescas escritas en el XVII (recuerdo haber leído allí obras que ya no se editaban como La desordenada codicia de los bienes ajenos) o del siglo XVIII como Laura o el sol de Sevilla de Olavide, (una novelita encantadora). El recuerdo de sus páginas siempre me traslada a la Biblioteca Nacional.
Algunos temas los completaba mejor que otros, claro. No permitía bajo ningún concepto que un tema se me Eusebio de Montegón y Paret. alargase más allá del viernes. El sábado repasaba, jugaba al fútbol y salía por la noche. Los domingos era día de descanso. Hasta me hice socio del Aleti e iba todos los partidos al Manzanares con mi familia y muchas veces acompañado también por otro profe del instituto, Antonio Hermoso, de Filosofía que era también colchonero como yo.
Me marqué el plan y lo cumplí religiosamente. Eso hizo que modificase muchas cuestiones interiores mías. No me consentí el tiempo basura. Nunca. Dejé de perder el tiempo viendo sandeces en la televisión. Veía la tele si el programa realmente me interesaba, pero no por verlo tontamente. No desperdiciaba el tiempo charlando en la sala de profesores ni en ningún sitio. Era un misil dirigido a un objetivo.
Recuerdo que en aquellos tiempos, me encontraba con algún compañero de la facultad que tenía mejor expediente que el mío y comentábamos cosas de las oposiciones. Me iba dando cuenta de que la mayor parte de las personas naufragaba justamente al planificarse el estudio y la elaboración del temario. Recuerdo en concreto una compañera que había hecho un tema 47 buenísimo. Me estuvo explicando sus contenidos y, efectivamente, era buenísimo, mejor que el mío. Para que os hagáis una idea, cuando entraba en el tema mitológico, profundizaba en cada uno de los mitos fundamentales y su tratamiento en la época (Hero y Leandro, Dafne y Apolo, etc.) citando poemas de diferentes autores que habían tratado cada uno de ellos. Era un buenísimo trabajo de universidad, que es a lo que estaba acostumbrada esta chica. Pero automáticamente yo me di cuenta de que era imposible que pudiera escribir ese tema en dos horas. Imposible. Y cuando luego dijo que cada tema lo preparaba en un mes, yo supe que aquella persona en junio del 96 no sería mejor que yo, aunque tuviera dieces en la universidad. Ella tendría que ser una afortunada para que le cayera uno de los 24 temas que llevaría y además tendría que ser capaz de escribirlo en dos horas. Además, pensaba yo, una persona que no se da cuenta de que en dos años sólo iba a llevar 24 temas, quería decir que con toda probabilidad fuera poco realista y naufragara al planificarse un estudio tan a largo plazo. Ahora me río, porque pienso en lo bien que le hubiera venido que le diese orientaciones y le guiase en el estudio. No lo iba a hacer , claro, Yo ya había aprendido que la oposición era una lucha individual. Si solo había 6 plazas para 4000 personas, yo no iba a ser tan estúpido de dar armas a mis rivales. Que se buscase la vida y fuera más práctica…
Yo, por el contrario, en junio de 1996, llevaría mis 72 temas y lo escribiría en dos horas con total seguridad. Yo sí que sería un enemigo temible. En esa fe aumentaba día a día mi confianza. Cuando llegase junio de 1996 yo tendría un temario bueno, fiable y llevaría bien estudiados todos los temas. Sería como un misil lanzado contra un objetivo determinado: el aprobado. Cada día que pasaba estaba deseando que volviesen a convocar para demostrar a todos el salto interior que estaba consiguiendo.