María Rodríguez Guzmán, (Andalucía, 2018)
Mi nombre es María Rodríguez Guzmán y soy Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Huelva. Una vez que terminé mi licenciatura en 2011, cursé el Máster en Formación del Profesorado. Tenía mis ideas claras: quería dedicarme a la docencia de Lengua castellana y literatura. Así que el objetivo era prepararme las oposiciones y presentarme. En 2012, con la crisis, mis aspiraciones, como la de muchas más personas, se vieron truncadas cuando el Gobierno impugnó el proceso de oposiciones. No era posible; habría que seguir esperando. Y ese año llegó; me refiero a 2014, primera convocatoria a la que me presenté en Andalucía. En 2013 comencé a estudiar yo sola con un temario que adquirí a través de una academia online. También tuve ayuda de varias personas para preparar los comentarios y la parte de didáctica. En ese año de estudio, buscaba por Internet información que me ayudara a seguir adelante con esta ardua travesía en la que acababa de embarcarme. Y es así como accedí a la página web de Opolengua. Leía todas las publicaciones del blog hasta el punto de que escribí algún correo a Eduardo para preguntar algunas dudas. Pues bien, en esa oposición de 2014, pasé la primera prueba, pero no la segunda, así que no entré en bolsa . No tenía nada (aunque suenen muy trágicas mis palabras). No tenía trabajo y me iba ganando la vida impartiendo clases particulares a alumnado de diversos niveles (aprendí mucho; de todo se aprende, aunque aquellos fueron momentos muy duros). Tenía que hacer algo; no podía dejar pasar el tiempo. Pues bien: contacté con Eduardo para ser alumna de su curso de preparación con vistas a las oposiciones de 2016. Fue un año durísimo: seguía con un trabajo precario y estudié mucho. Sacaba fuerzas de donde no las había. Conseguí estudiar treinta y nueve temas durante el curso 2015/2016. Por lo que respecta a los comentarios, tengo que decir que me resultaba muy difícil; yo creía que nunca iba a llegar al nivel que Eduardo me exigía. Me frustraba mucho, lloraba, me enfadaba conmigo misma… pero tenía que hacerlo. En la parte de didáctica elaboramos una programación maravillosa y llena de entusiasmo, así como sus doce unidades didácticas. Ya estaba todo hecho; solo faltaba que llegara el día “D”. Y así fue: me presenté y obtuve una muy buena nota. Me parecía increíble. No obtuve la plaza, ya que nunca había trabajado y me faltaba esa parte de experiencia para el baremo (me quedé muy cerca de la plaza). Recuerdo cuando hablamos Eduardo y yo con tanta alegría por ese duro año que, finalmente, dio sus frutos.
Ya había logrado entrar en bolsa, así que solo quedaba que sonara el teléfono para empezar a trabajar. Yo seguía estudiando, y así volví a ser alumna de Eduardo en el curso 2016/17 en otro de sus completos y maravillosos curso. Vivía pegada al teléfono, y el tiempo pasaba y no me llamaban. No podía más. Recuerdo que por el mes de mayo de 2017 Eduardo y yo hablamos por teléfono y, como siempre, sus palabras sinceras y de apoyo me ayudaron a mitigar esos duros momentos. Pasó el curso y no trabajé. Pero yo seguí estudiando en el verano. Tenía que llevar los setenta y dos temas. Me lo había propuesto y tenía que hacerlo.
A principios de septiembre de 2017 (curso2017/18), volví, por tercer año consecutivo, a ser alumna de Eduardo. Seguía estudiando y comentando (“afinando aciertos y puliendo errores”, como sabiamente dice Eduardo en sus videotutoriales). A mediados de septiembre, después de quince meses en bolsa, recibí la tan ansiada llamada: me ofrecieron una vacante. No podía contener mi alegría: iba a trabajar el curso entero. Cuando supe el destino y el centro, sabía que la vida, el Destino, Dios, me ponían otro nuevo reto en mi vida. Ha sido un año durísimo: un centro muy difícil en un entorno aún más difícil. Pensaba que no iba a poder hacer frente a todo ello (al trabajo, al estudio, los comentarios…). Por momentos no podía más: lloraba para desahogarme, me enfadaba… En los cientos de correos electrónicos que nos hemos intercambiado Eduardo y yo (además de las llamadas telefónicas), le hacía llegar mis confidencias: no podía más; todo me sobrepasaba. Pero en la vida nunca jamás hay que rendirse. Es cierto que todo es duro, y que una oposición es un camino durísimo, pero debemos ser fuertes y seguir adelante siempre y no rendirnos nunca. Me decía un antiguo profesor: “sigue, sigue, que algún día te alegrarás”. Y así es: en esta convocatoria de oposiciones de 2018 de Andalucía he obtenido la plaza. Soy muy afortunada. Le pedía dos cosas a la vida: conseguir la plaza y tener salud para poder vivir. Me emociono al escribir estas palabras por este largo camino que he recorrido. Doy las gracias públicamente a Eduardo López Prieto por su trabajo, constancia, rigor, profesionalidad y por ser una gran persona que me ha ayudado a conseguir mi deseo. Sin él, esto no hubiera sido posible. Muchas gracias. Con su permiso, me gustaría agradecer el apoyo de mis familiares, de los que han estado ahí día a día sufriendo desde la distancia como yo y de los que no están. Gracias por todo.
Desde aquí animo a todas las personas a que persistan y a que luchen por sus sueños. Con rigor, trabajo y constancia, podemos conseguirlo. Ahora comienza una nueva etapa de mi vida en la que tengo nuevos proyectos y planes que me gustaría emprender. Y, sobre todo, seguir aprendiendo y dar de mí, día a día, lo mejor y trabajar por nuestro sistema público de educación. Gracias, Eduardo.
(Magda Herrera Canino, Canarias 2018)
Ahora que echo la vista atrás, a mis años de colegio, entiendo que esta era la salida más natural para mí: ser profesora de Lengua y Literatura. Siempre fue mi asignatura favorita y mi pasión por aprender se traduce también en pasión por enseñar a otros. Sin embargo, no lo tenía tan claro en aquella época.
Después de estudiar Traducción e Interpretación y el Máster de Formación del Profesorado por lenguas extranjeras, tuve la oportunidad de probar la traducción y la docencia. No había duda: me gustaba traducir, pero más aún enseñar. Recibí con alegría mi contrato en un colegio concertado, y con sorpresa la noticia de que no solo iba a dar Inglés, sino también Lengua. Y me enamoré de nuevo de la asignatura, ahora como profesora. Por eso, me animé a empezar a estudiar la carrera a distancia, a mi ritmo, disfrutándola.
Decidí preparar las oposiciones hace un año, en verano de 2017. En esa época, vivía en Inglaterra dando clases de español en un instituto inglés, así que sabía que necesitaba un preparador que idóneamente trabajara online. No quería academias ni comprar temarios de dudosa calidad, así que buscaba un preparador, una persona de carne y hueso. Además, quería uno muy bueno: yo estaba decidida a sacrificar mi tiempo y estudiar a fondo, pero necesitaba la certeza (o al menos la intuición) de estar haciéndolo de la forma adecuada, con un muy buen temario, con un buen guía.
Encontré la página de Eduardo de casualidad. Navegué por ella, investigué lo que pude. Simplemente, me convenció, me dio confianza.
A mediados de septiembre, empecé a prepararme con él.
Al principio, las supuestas veinte horas semanales que se consideran el mínimo que se debe dedicar a las oposiciones me parecían excesivas. Y para colmo, ¡había que dejar un día libre a la semana! Qué va, no iba a poder sacar ese tiempo (la docencia en Inglaterra es muy dura), así que me comprometí solo a quince. Pero la realidad es que sí estudiaba cerca de veinte casi todas las semanas. Hasta Navidad.
El hecho de tener un método muy claro, saber cómo abordar el estudio, para mí fue lo esencial. Si eres una persona metódica y persistente, los resultados son increíbles. De hecho, tardé en darme cuenta de una cosa: nadie se estaba estudiando los temas de la forma que planteaba Eduardo; nadie llevaba los temas como los llevaba yo.
En enero mi marido y yo regresamos a España, hubo mudanza de por medio, jaleo, nuevos trabajos, nuevos ritmos. Y las horas de estudio seguían aumentando. Ya 15 no eran suficientes, ni 20, ahora intentaba 25, 30. Ya no estudiaba dos horas al volver de casa del trabajo, como al principio, sino cuatro, cinco. Aumentaba la cantidad de temas estudiados y, con ella, el tiempo dedicado a los repasos. Por eso, para seguir el ritmo de estudio había que ampliar las horas.
A partir de Semana Santa, rascaba todo el tiempo que podía: iba caminando al trabajo con los apuntes en la mano, para poder aprovechar esos 40 minutos, salía del trabajo con los apuntes en la mano, me los llevaba a la consulta médica, a la oficina de empleo…
En casa, medio en broma medio en serio, cada vez que había algo que hacer, contestaba a mi marido con un «el fin de semana» para los planes pequeños y «en verano» para los largos.
Hubo momentos duros, como cuando salió la noticia de que al final iban a convocar alrededor de un tercio de las plazas de las que inicialmente habían dicho, que cambiaban los baremos y aumentaba el peso de la experiencia en la pública (que yo no tenía) y bajaba drásticamente el de la privada y la concertada.
Sin embargo, sabía que no podía ni debía pensar mucho en ello. Leía las noticias lo justo y necesario, para estar informada, pero les daba las menos vueltas posibles y seguía adelante. ¿Que hay menos plazas? No importa, tú sigue estudiando. ¿Que voy a tener menos méritos de los que creía? No importa, sigue estudiando.
En las últimas semanas, me vino esta imagen a la cabeza: me siento como si estuviera tirando de una carreta, una grande y muy pesada, con la que normalmente yo no podría, pero algo me está dando fuerzas extra y sé que no puedo parar porque como pare, ya no sigo.
Al fin llegó el día del examen y me levanté con muchas ganas de demostrar que estaba preparada, que yo podía con eso y con lo que me echaran, que solo necesitaba que me tocara bola. Y todo fue sobre ruedas, tanto la primera prueba como la encerrona, con unas notas que jamás había ni soñado sacar. Todo el esfuerzo mereció la pena.
Mi experiencia es la siguiente: si quieres ir a por ello, busca a un preparador muy bueno, como Eduardo, y empléate a fondo. Tomátelo muy en serio. Habrá recompensa.
Montserrat Pino Olivares (Cataluña, 2018)
Me llamo Montserrat Pino y soy licenciada en Historia y en Lengua y Literatura Españolas. Tenía siete años cuando mis padres me compraron mi primera pizarra y unas tizas de colores. Y ahí empezó todo: descubrí mi pasión por la enseñanza. Desde entonces he tenido claro mi camino, aunque ha sido un camino tortuoso y difícil: tardé mucho tiempo en inscribirme en la bolsa de interinos ―que llevaba años sin abrirse― y, cuando lo conseguí, la crisis económica y los recortes en Educación me mantuvieron más de cinco años apartada de las aulas, haciendo añicos todos mis sueños. Y es que es difícil perseguir los sueños. Pero no me arredré y continué luchando por ellos, por un lugar en el sol. Y durante esos años de incertidumbre continué estudiando, me matriculé en la UNED y me gradué en Filología. Y como no hay mal que dure cien años, la crisis pasó y entré como interina en un instituto de Castelldefels, centro en el que continúo trabajando a día de hoy. Dos años después Ensenyament decidió, por fin y tras una larga espera, convocar oposiciones.
Decidí presentarme solo para probar suerte, teniendo muy claro mis pocas probabilidades de éxito, pues hacía siete años que no se convocaban oposiciones en Cataluña y había muchísima competencia (además, contaba con escasa experiencia laboral y nunca me había presentado antes). Recuerdo que un día le comenté a una compañera del centro que tenía más posibilidades de que Pedro Almodóvar me “descubriera” y me llevara con él a Hollywood que de aprobar las oposiciones. Tal era mi desconfianza e inseguridad. Aun así, emprendí el difícil camino del opositor con entusiasmo y optimismo. Decidí que el “no” ya lo tenía ―como suele decirse―, que valía la pena intentarlo y que mis esfuerzos se verían recompensados algún día. Así que lo primero que hice fue bucear en Internet: no tenía tiempo para prepararme el temario por mí misma y necesitaba orientación. Así fue como di con el curso de Eduardo y con Opolengua. Empecé a leer el blog y, de inmediato, me entusiasmé con sus artículos y con sus sabios consejos. Ahora puedo decir que hice la mejor inversión de mi vida. A través del curso, Eduardo me proporcionó todos los materiales que necesitaba (el temario, la programación, los video-tutoriales, la preparación del caso práctico y de la defensa, etc.), estuvo ahí todo el tiempo contestando y resolviendo dudas, interesándose por mi evolución y animándome a seguir adelante. Cierto que no pude seguir su método de estudio por falta de tiempo (además, los exámenes fueron en abril, lo que complicaba todavía más las cosas), pero sus materiales fueron para mí una guía inestimable. Mientras otros compañeros navegaban a la deriva y no sabían por dónde empezar, yo tuve desde el principio un gran faro que me impidió chocar contra las rocas y llegar a buen puerto. Y aunque es cierto que mi esfuerzo y mi dedicación han sido cruciales, no es menos cierto que sin la ayuda de Eduardo ni siquiera habría contemplado la posibilidad de presentarme a las oposiciones.
Y entonces pasó lo inesperado: aprobé. Y con plaza. No tengo palabras para describir lo que sentí. Además, tuve suerte con el tribunal ―personas encantadoras―, con los supuestos prácticos, con el examen teórico y hasta con la defensa de la programación. Todo ha ido a pedir de boca. ¿Qué más puedo pedir?
¿Y qué más puedo decir? Que estoy inmensamente agradecida a la vida, a mi esfuerzo, a mi perseverancia, a mi familia, a Eduardo y ―¿por qué no?― a Pedro Almodóvar por no llevarme a Hollywood y permitirme así preparar las oposiciones.
Por eso, a todos los que visitáis este blog por primera vez, a los que estáis desorientados y no sabéis por dónde empezar, a los desmoralizados y a los indecisos quiero deciros que confiéis en Eduardo y en Opolengua y que os lancéis a perseguir vuestros sueños. Porque sí, los sueños se cumplen.
Anabel Romero Franco (Andalucía, 2018)
Me llamo Anabel Romero Franco y soy licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Huelva. Cuando acabé la carrera en 2011, hice el Máster de Profesorado ya que siempre he tenido claro que quería ser profesora. Quería presentarme a las oposiciones lo antes posible, aunque como todos sabemos, en 2012 fueron congeladas. A pesar de ello y de que tampoco tenía claro que pudiera presentarme ese año, empecé a prepararme las oposiciones. Me compré un temario, empecé a resumir los temas, etc. Hasta 2014, seguí preparándome temas y empecé a elaborar una programación, mientras impartía clases particulares. En esta primera convocatoria, aprobé sin plaza, y aunque debería haber estado contenta por haber entrado en el sistema a la primera, me dejó un amargo sentimiento de derrota. Seguí con mi vida…mis clases particulares tanto en la academia como a domicilio. Pasó el curso académico viendo como la bolsa bajaba muchísimo, pero nunca lo suficiente como para recibir la llamada. Cuando llegó el verano de 2015, mi agobio y la desesperación por la espera era tal, que me fui a trabajar a Irlanda de au pair todo el verano, porque necesitaba un cambio de aires. Estando allí, llegó una llamada diferente: me ofrecieron un contrato en un colegio concertado de mi ciudad, una media jornada, pero era el primer trabajo de verdad que iba a tener relacionado con la docencia, y encima, cotizando. Me puse muy contenta, a mi vuelta de Irlanda, empezaría en el cole. Así las cosas, empecé a trabajar en el colegio, tuve que preparar la programación de los cursos que impartía, aprendí muchas cosas y estaba agobiada por la cantidad de trabajo, pero estaba feliz. Entonces, en medio de esa distracción, en Enero de 2016, me llamaron de la bolsa por fin. Me ofrecieron una baja larguísima, que pintaba que sería hasta final de curso, en un pueblo muy cercano a mi ciudad. En ese momento dudé, por una milésima de segundo, pero acepté. Fue la mejor decisión de mi vida. Estuve hasta el 30 de Junio en un centro estupendo, lo cual me hizo tener muchos meses de tiempo de servicio y me llevé una grata experiencia. Sin embargo, no fue todo 100% felicidad, porque ese año suspendí el primer examen de las oposiciones y no pasé a la segunda fase, y eso me dejó bastante descolocada. Fue un curso académico duro al principio y no iba demasiado preparada y eso me jugó una mala pasada. Cuando llegó Septiembre y abrieron la bolsa, empezó una de las peores épocas de mi vida: la larga espera hasta volver a trabajar. Fueron cuatro meses muy duros, en los que llegué a estar un poco deprimida. Pero de nuevo, en Enero me llamaron, y me ofrecieron una baja corta en un centro de Barbate. Fue el comienzo de la mejor época de mi vida. La segunda baja que cubrí fue incluso mejor, y aunque la tercera fue muy dura porque el alumnado era complicado y el centro también, estoy muy contenta de aquella etapa porque me brindó muchas cosas buenas. El segundo centro en el que estuve me gustó tanto, que a pesar de la lejanía, me lo pedí en el primer lugar en la adjudicación de destinos, porque lo consideré un lugar ideal para pasar un curso académico estudiando y centrándome en las oposiciones. Y así fue: me dieron la vacante allí para el curso 2017/2018. Entonces decidí ponerme en contacto con Eduardo. Tenía claro que este año era el año de darlo todo por la plaza, y necesitaba estar segura de lo que hacía. No me veía capaz de hacer una programación sola, necesitaba un guía y consejos útiles para pulir un trabajo que poder presentar con soltura y convencimiento. Y así ha ocurrido: después de muchas correcciones, muchos emails y muchas llamadas de teléfono, conseguí gracias a Eduardo tener preparada la programación, las unidades y la defensa final, que me ha llevado a conseguir lo que más deseaba en el mundo. Ha sido una ardua tarea, pero ha tenido su recompensa. A veces parece que no es posible conseguirlo, que nunca será tu momento, pero si tienes determinación y amas esta profesión, solo necesitas tenerlo muy claro, y por supuesto acudir a alguien que te guie con buenos consejos en el momento más determinante. Desde aquí agradezco a Eduardo su labor y su buen hacer, y espero que muchos opositores que estén dudosos acerca de buscar un preparador a distancia, sepan que es una opción realmente recomendable porque los materiales, la plataforma, la correspondencia vía email, y el trato con Eduardo, son un todo que tienen una calificación de diez. Gracias a Eduardo por todo, y por supuesto también aprovecho y menciono a mis familiares, pareja y amigos, porque sin su apoyo esto no hubiera sido posible.
Borja Micó (Cataluña, 2018)
Mi nombre es Borja Micó, soy Licenciado en Comunicación Audiovisual y hace unos meses decidí retomar una pasión dormida desde hace años: dedicarme a la docencia. Tras años ejerciendo como Periodista, pensé en tomar un rumbo nuevo en mi vida y ser profesor de Lengua Española y Literatura. Al principio dudé entre iniciar estudios de Filología Hispánica o prepararme directamente unas oposiciones, dado que íbamos a entrar en un 2018 repleto de convocatorias y centenares de plazas y, con 34 años, empezar un Grado desde cero suponía mucho tiempo. Como siempre se me había dado bien la Lengua y la Literatura, pensé que con mi base y un esfuerzo extra, era posible encarar un proceso de oposiciones. Pero necesitaba un preparador, una ayuda externa que me guiara en el camino. Como tengo un trabajo que me ocupa las mañanas, necesitaba algo que se adaptase a mis posibilidades, y opté por buscar un preparador online. Pero no quería rendirme a las típicas opciones en las que hablas con una pantalla y eres “uno más”.
Rebuscando por la red di con Eduardo y su proyecto de Opolengua. Busqué información, leí opiniones y me decidí a escribirle. Leer su respuesta, atendiendo todas mis dudas, ya fue el primer paso para confiar en él. Me convenció su propuesta y me decidí a trabajar mi preparación con Opolengua Total. Ocho meses después, acabo de conocer que he aprobado mis primeras oposiciones. Me presenté en Cataluña convencido de que, si la suerte acompañaba, podía superar las pruebas porque sentía que dominaba los comentarios y la teoría. Porque el método de Opolengua es duro pero efectivo. Además, el apoyo de Eduardo, siempre atento a las dudas y con correcciones cumplidas que ayudan a mejorar nuestra preparación, fue clave durante estos meses. Me adapté perfectamente a su método y los frutos del trabajo relucieron el día del examen, cuando pude escribir durante las seis horas que duraban las dos pruebas. Y para la encerrona, la guía de Opolengua me permitió enfrentar con garantías la parte más temida de unas oposiciones. Y lo mejor fue sentir la cercanía de un preparador que sabes que está ahí, que puedes contar con él y que siempre tiene una frase motivadora para ayudarte a seguir adelante en los momentos de dudas.
De momento sigo con opciones de obtener plaza en Cataluña. Pero si no lo consigo, habré logrado el objetivo de entrar en bolsa y poder empezar a sumar puntos para futuras convocatorias. Y mientras, seguiré preparándome con Opolengua para las oposiciones de la Comunidad Valenciana del próximo año. Apostar por Opolengua y por Eduardo fue un acierto. Estaba convencido antes de saber la nota de Cataluña, y lo estoy más todavía ahora que sé que he aprobado mis primeras oposiciones. Pero para tener éxito, debes combinar Opolengua con una buena dosis de trabajo y esfuerzo, porque sin ello, la misión es imposible. Así que si eres una persona constante y trabajadora, Opolengua es la mejor opción de preparación online de unas oposiciones de secundaria. ¡Mucho ánimo!
Elisa López Almacellas, Cataluña 2018
Sueño + trabajo = éxito.
Lema que en muchas ocasiones he puesto en práctica y que, hasta el momento, me ha funcionado. Me llamo Elisa López y ya puedo asegurar que he aprobado las oposiciones de Lengua castellana y literatura y además he obtenido plaza y lo más importante: ¡en mis primeras oposiciones!
Llevo años trabajando en la bolsa de Cataluña como profesora, he llegado a hacer 200 km diarios durante cinco años y como muchos de vosotros tengo hijos, lo cual dificulta todavía más la tarea de enfrentarse a un proceso como este.
La mayoría de los compañeros de trabajo que ya tenían plaza me comentaban “Yo obtuve plaza la tercera vez que me presenté…”, “la primera vez que vas a oposiciones es muy difícil aprobar…” y otras observaciones por el estilo a las cuales yo no hice mucho caso, porque si no, no os estaría contando esto, ¿verdad?
¿Qué hice yo? En primer lugar, confiar en mí misma, y, a continuación, buscar los medios necesarios para conseguir el tan ansiado premio. Aquí es donde intervino Opolengua. En mi caso fue muy útil a la hora de pasar la primera prueba (comentario lingüístico, comentario literario y caso práctico), ya que esta tenía un 70% de peso sobre la nota total de la primera prueba. Me puse en contacto con Eduardo y accedí a todo el material: archivos pdf, vídeos explicativos… y me puse manos a la obra, sacrificando horas de sueño, pero pensando siempre en que era posible.
A lo largo de todo el proceso recibí el soporte de Eduardo, tanto por vía telefónica como con sus comentarios en la web, que siempre me animaban, y a medida que se acercaba el día “D”, el miedo y la desconfianza rompían una brecha en mi firme posición. Pero se trató de una brecha efímera, caduca, débil, a la cual la autoconfianza desafiaba por momentos y acababa por autoconvencerme de que la inversión que hice en el curso daría sus frutos, eso sí, con trabajo duro y perseverancia.
Este próximo curso empiezo en un nuevo instituto a veinte minutos de casa y con la ilusión enorme de ver en mi adjudicación que ya no soy interina, sino propietaria provisional.
Puedo asegurar que el esfuerzo ha valido la pena, por mi familia, por mi autoconfianza y por ver que los sueños se cumplen si les dedicas trabajo y esfuerzo y tienes los soportes adecuados.
Gracias Opolengua, gracias Eduardo.
Patricia Martínez Cueto (Asturias, 2018)
Durante la primera conversación telefónica que tuve con Eduardo López Prieto, mi preparador, respiré profundo antes de responder cuál era mi situación personal. Licenciada en Periodismo, quería aprovechar una primera baja por embarazo de riesgo y la posterior baja maternal para probar en las oposiciones. Además de la niña que iba a nacer tenía otro hijo de cuatro años. “Complicada”, le dije, a lo que me respondió que muy a menudo quienes tenemos el pan en juego somos los que de verdad alcanzamos la plaza, no por ser más listos, sino porque la disposición es mucho mayor. Tengo que confesar que la palabra “plaza” me intimidaba y aspiraba, en primer lugar, a ver cómo era. Y si había suerte, aprobaba, y podía dar clase en algún momento, mejor que mejor. Tras bucear un par de días en la red, enseguida conecté con el estilo de Opolengua y me lancé a la piscina, que finalmente ha demostrado tener agua…
Recuerdo otra cosa que nos decía a menudo: cómo el proceso de las oposiciones te cambia y, si sabes aprovecharlo, te hace crecer en lo personal. Yo me preguntaba cómo era posible que tratando de memorizar información de un modo más o menos mecánico y de adquirir un método para comentar textos podía suceder esto… y ahora veo que estaba en lo cierto.
El camino del opositor es largo, sinuoso y, sobre todo, incierto. Si a esto le añadimos un embarazo sin complicaciones mayores, pero con muchas incomodidades, un niño pequeño con necesidad permanente de que su madre le preste atención y que tu formación no es la de una Filología, la empresa puede parecer una locura. Y lo es, pero cuando llegas al tema 50 empiezas a pensar que si Alonso Quijano se proclamó a sí mismo Don Quijote de la Mancha, sin importarle si era o no caballero en realidad, ¿por qué no iba a poder yo conseguirlo?. Manos a la obra. Un buen temario, una buena planificación y, sobre todo, toneladas de motivación son los ingredientes que a mí me han funcionado.
Las primeras semanas fueron de toma de contacto, siendo muy constante, pero también muy consciente de que el ritmo era muy lento. Estudiar después de diez años sin tocar un libro más que por placer cuesta y con tantos focos de distracción como había en mi caso, más. Decidí entonces que los temas, unidos por un clip y en una funda de plástico, me acompañarían adonde quiera que fuera. A las revisiones obstétricas iba cantándoselos a mi pareja y conductor y me dormía con los apuntes sobre las narices. Cuando nació mi hija y después de tomarme un lógico mes de respiro, volví a la carga recitando literatura mientras la dormía, le cambiaba los pañales o le daba un baño. Salía a cantarle (literalmente) el tema al balcón y cada vez que lo repasaba bien me sentía con unas fuerzas crecientes y capaces de hacer un agujero en la pared.
A menudo, al final del día, necesitaba escapar, fundamentalmente de tres formas: si tenía la cabeza para ello elegía alguna lectura agradable y relacionada con lo que estudiaba (no, nunca leí el Poema de Mio Cid completo, pero sí interesantes artículos en internet sobre esta y otras obras) y, si no, leía simplemente el periódico o me divertía buscando los nombres de los personajes de novelas, por si caían en el comentario y podía reconocerlos. La tercera opción era ver los diez primeros minutos de una película, porque siempre me quedaba dormida.
El comentario. ¡Ay!, el comentario. Mi gran temor durante todos estos meses. Me costó semanas entender qué era lo que se esperaba de mí, por dónde tenía que empezar, cómo podía hacerme un esquema definitivo. La respuesta seguía estando ahí, para cogerla: lee, practica, detecta tus errores y afila tus aciertos, como tantas veces nos repitió Eduardo. Hice el curso completo de Opolengua, que por cierto está francamente bien. Obtuve correcciones que me desanimaron y me hicieron pensar que jamás aprendería al nivel exigido en la oposición y cuando me faltaba mes y medio para el día D empecé a coger carrerilla y a perder el miedo al texto que pudiera caer… ¡eso es! Perder el miedo es, a mi juicio, fundamental en este proceso. También lo es aprovechar tus circunstancias, sean las que sean. El periodismo, que al principio concebía como una dificultad (me veía una intrusa), ha sido una de mis grandes bazas, sobre todo en el temido comentario y también en la “encerrona”, la defensa de la programación y la exposición de la unidad didáctica.
Sin ni un sólo día de experiencia docente, con un baremo de cuatro puntos y con dos niños pequeños y preciosos, el proceso se ha desarrollado a pedir de boca y, como también nos comentó Eduardo en su momento, he sido de las que ha alcanzado la plaza en la “encerrona”, a base de una programación propia y el despliegue de las enormes ganas que tengo de ejercer la docencia.
He tenido días de llorar mucho, días de no avanzar apenas, otros de no avanzar nada por tener a los niños enfermos, días de inseguridad y desánimo y sobre todo días de mucho cansancio. Pero si por algo estoy contenta es que ni un sólo día desde que tomé la decisión hasta que me dieron la gran noticia me di por vencida y me planteé tirar la toalla. Ahora, además de una plaza en un destino que todavía desconozco, tengo mayor seguridad en mí misma y valoro especialmente la maravillosa familia que me ha arropado en todo momento, confiando en mí y haciéndome sentir, pasara lo que pasara, realmente querida. Estoy agradecida a la vida y a la suerte, que pusieron de su parte para que mi esfuerzo pudiera brillar.